Mi mano habita la muerte… / Gustavo Solórzano Alfaro

Mi mano habita la muerte
sin corresponder nunca
su presagio de nacer.

El rostro es ceniza,
límite primigenio del horizonte
que yo antepongo en tus brazos.

Y vos tenés mi distancia cansada
más allá del olvido.

Cuerpo, destello frágil
del silencio perpetuado,
figura de barro en tu voz
cuando todos pedimos el presuroso
instante de volvernos aire
y polvo y ausencia,
cuando el viento apenas insinúa
nuestra espalda
y yo muero rompiendo distancias
de tu nombre.

¿ Será tu nombre,
raíz última del aletargado respiro
en la incertidumbre del mundo ?
¿ Será tu nombre?
O tan solo ambos cayendo
en la tarde partida
que nos encontró en su lecho.

Mis ojos murmuran su golpe amargo
de volverse extremos vedados
de un mismo cuerpo.

Tu nombre es el destino,
perfil obsoleto
de lo que nos queda
en esta mentira del crepúsculo.

Y solo vos tenés el final,
ser parte de estos días
en que hemos habitado
casi todas las muertes.

Pronunciarte / Gustavo Solórzano Alfaro

Déjame contarte, querida niña,
que no se me acabe la memoria.

Déjame abrirme en tu carne,
amoldarme a tus huesos,
herirme en tu alma.

Déjame sorber tus ojos
como rodajas de cielo fresco,
y déjame robar
la espina que sube a tu cuello.

Déjame contarte, querida niña,
de mis viajes terrenales
a la gruta del miedo
o al triste pasaje
de mis más guardados recuerdos.

Déjame decirte
que hoy sé de abismales presagios,
de tus manos asustadas
y tu cara de encino.

Déjame tomarte libre de tardes,
de coronas impías coronando tus senos.
Déjame tenerte entre mis labios…

… yo quisiera que oprimieras mis labios,
y así, jamás decirte que te quiero.

He querido Marcharme… Lo Confieso – Jorge Debravo

He querido marcharme. Lo confieso.
Dejar esta tristeza sin quejidos
y buscar un dolor sin retroceso
que me peine el cabello con gemidos.

He querido arrancarme este gran peso
de tener los dos brazos encogidos
y no saber si voy o si regreso,
porque tengo los ojos entumidos.

Sin embargo, lo digo, me da miedo.
Hay llantos que me apuntan con el dedo
desde todos los sitios de tristeza.

Por eso aquí me tienes, recostado,
con el dolor pequeño y arrugado
mordiéndole la punta a la pereza.

Credo – Jorge Debravo

No acostumbro a decir amo, te amo,
sino cuando el amor me inunda todo
desde los ojos hasta los zapatos.
Mi cuerpo es una sola verdad y cada músculo
resume una experiencia de entusiasmo.

Una vez dije: ¡sufro! Y era que el sufrimiento
agitaba a mi lado sus cascos de caballo.

Y siempre digo: espero. Porque a mí me podrían
arrancar el recuerdo como un brazo,
pero no la esperanza que es de hueso
y cuando me la arranquen dejaré de ser esto
que te estrecha las manos.

Creo en todos los frutos que tienen jugo dulce,
y creo que no hay frutos que tengan jugo amargo.
No es culpa de los frutos si tenemos
el paladar angosto y limitado.

Creo en el corazón del hombre, creo
que es de pura caricia a pesar de las manos
que a veces asesinan, sin saberlo,
y manejan fusiles sanguinarios.

Creo en la libertad a pesar de los cepos,
a pesar de los campos alambrados.

Creo en la paz, amada, a pesar de las bombas
ya pesar de los cascos.

Creo que los países serán un solo sitio
de amor para los hombres, a pesar de los pactos,
a pesar de los límites, los cónsules,
a pesar de los libres que se dan por esclavos.

Y creo en el amor, en este amor de acero
que va fortaleciendo las piernas y los brazos,
que trabaja en secreto,
a escondidas del odio y del escarnio,
que debajo del traje se hace músculo,
órgano, experiencia, nervio, ganglio,
a pesar del rencor que nos inunda
el corazón de funerales pájaros.

Yo creo en el amor más que en mis ojos
y más que en el poder y el entusiasmo.

Este es mi Amor – Jorge Debravo

Este es mi amor, hermanos, este esfuerzo
denso, maduro, alto,
estos dedos agónicos y este
manojo de entusiasmo.

Yo no os amo dormidos:
Yo os amo combatiendo y trabajando,
haciendo hachas deicidas,
libertando.

Amo lo que de dioses se os revela
ante el miedo y el látigo,
lo que suda, viviente y guerrillero,
en el fondo del hueso americano,
lo que es amor no siendo más que carne,
lo que es lucha no siendo más que paso,
lo que es fuego no siendo más que grito,
lo que es hombre no siendo más que árbol.

Prevalecer – Jorge Debravo

Cuando el cielo os absorba las entrañas
y quiera avergonzaros comparándose
con el cielo animal de la mirada,
volved los ojos hacia la infinitud
que lleváis escondida debajo de los párpados.
Volved los ojos hacia los ojos mismos.
Con eso basta.

Y cuando el viento os quiera avergonzar
comparando sus manos infinitas
con vuestras dos sencillas, tiernas manos,
hundid las manos en el amor, echadlas
a madurar en pura sangre humana.
Echad las manos entre las manos mismas.
Con eso basta.

Nocturno sin Patria – Jorge Debravo

Yo no quiero un cuchillo en manos de la patria.
Ni un cuchillo ni un rifle para nadie:
la tierra es para todos,
como el aire.

Me gustaría tener manos enormes,
violentas y salvajes,
para arrancar fronteras una a una
y dejar de frontera solo el aire.

Que nadie tenga tierra
como tiene traje:
que todos tengan tierra
como tienen el aire.

Cogería las guerras de la punta
y no dejaría una en el paisaje
y abriría la tierra para todos
como si fuera el aire…

Que el aire no es de nadie, nadie, nadie…
Y todos tienen su parcela de aire.

Esta Canción Amarga – Jorge Debravo

Sufro tanto que a veces ni siquiera
sé si sufro por mí o por el obrero.
El sufrimiento nace, simplemente.
Es como un árbol ciego.

No lo busco, lo llamo ni lo aguardo.
Nace cuando lo quiere.
Es como un chorro de alcohol, como una
almohada de alfileres.

Es amargo y sangriento a medianoche
y a veces -sin permiso- en las aceras.
Me anuda la camisa hasta asfixiarme.
Me riega ácidos malos en las venas.

Sin embargo, hermanos, cuando falta
es como si mi carne estuviera vacía.
Como si no corriera el jugo de mi sangre.
Como si a chorros, roja, se me huyera la vida.

Resurección – Jorge Debravo

Esta noche sedienta yo me he preguntado
quién eres y quién eres.
Porqué es triste tu carne como un leño apagado
y porqué tienes llena la boca de alfileres.

Y despacio, esta noche yo te he separado
como un árbol de amor, de las demás mujeres,
y haciendo de mi sangre un agua he bautizado
con ella tus angustias y placeres.

Y le he dicho a la muerte que no puede matarme!
Y le he dicho a la vida que no puede vencerme!
Y le he dicho a la tierra que si logra enterrarme,
a donde ella me entierre tú irás a recogerme!
Y le he dicho a la nada que si logra apagarme,
tú, con tus grandes besos, volverás a encenderme